Sofía Echeverri | Reencantar el mundo
24837
post-template-default,single,single-post,postid-24837,single-format-standard,vcwb,ajax_fade,page_not_loaded,,select-child-theme-ver-1.0.0,select-theme-ver-3.2.1,wpb-js-composer js-comp-ver-5.0.1,vc_responsive

Reencantar el mundo

 

Sofía Echeverri investiga lo femenino en las civilizaciones remotas, reclama su trascendencia y quiere rectificar las fuentes históricas. Ahora la guía el tratado Diosas y dioses de la vieja Europa (1974), donde la arqueóloga lituana Marija Gimbutas plantea la preexistencia de una cultura matrifocal regida por una “Gran Diosa” entre los primeros agricultores de los Balcanes y sus alrededores (Rumanía, Bulgaria, Hungría, Moldavia, Macedonia, mares Adriático y Egeo, etc.). ¿Acaso la hembra fue el principio creador que antecedió al del Dios Padre celeste impuesto por el judaísmo, el cristianismo y el Islam?

En cuanto a iconografía, composición y técnica, Sofía Echeverri ejecuta su pintura actual con: 1) el arquetipo de la serpiente, 2) patrones geométricos en tonos suaves, y 3) las fibras del petate como soporte. Trazos sinuosos simples y la ausencia de perspectiva evitan que la mirada se distraiga de lo esencial. En cambio, la argumentación etnográfica recae en dibujos complementarios que documentan el culto a deidades femeninas en aquellas regiones. 

La Gran Diosa tiene su epifanía en la serpiente, que surge del agua, da luz al huevo cósmico y resguarda el conocimiento esotérico. En un primer grupo de pinturas, el reptil negro ondula en fondos neutros o fragmentados como mosaicos de color, los cuales a su vez se superponen al tejido del petate: tres niveles de ritmo y simetría formal que parecen atenuar el efecto estético, para acentuar la transfiguración espiritual del cuerpo y la conexión divina que suponen los símbolos.

En la segunda sala, la referencia tectónica y sexual está dada por la instalación inspirada en el dolmen del Montículo de Gavrinis (Francia). Al tatuar las paredes con semicírculos concéntricos de gis, Sofía Echeverri no sólo recrea aquel santuario neolítico donde, según la versión oficial, se veneraba a los muertos. También propone otra interpretación: el diseño centrífugo de Gavrinis no representa sino las ondas del orgasmo femenino; y con ello, conjetura que ese templo se construyó para honrar el placer y la fertilidad de la mujer. 

Cierta cualidad hipnótica transita de una sala a otra. En los rombos de la “cueva”, con sus rastros de vulva y de escamas de serpiente, así como en la semiabstracción de los petates, el impulso ascendente evoca la energía vital en estado puro, que emerge, se libera y se regenera en ciclos interminables. En sintonía con los poderes invisibles (e invisibilizados) que analiza el libro de Gimbutas, las obras de Sofía Echeverri revisten una intención propiciatoria. Coinciden también en el anhelo de reencantar el mundo. 

 

— sylvia navarrete