Sofía Echeverri | Dolorosa Belleza II
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Dolorosa Belleza II

de la serie niñas híbridas

“… fue toda su vida una prueba de que sin amor de la propia persona es también imposible el amor al prójimo, de que el odio de uno mismo es exactamente igual, y en fin de cuentas produce el mismo horrible aislamiento, y la misma desesperación, que el egoísmo más rabioso.”

Herman Hesse, “El Lobo Estepario”

 

La belleza es una construcción intelectual, cargada de un sinfín de interpretaciones y sujeta a múltiples definiciones.

 

Si bien está ligada principalmente a la estética, la sola mención de la palabra nos lleva inmediatamente a sensaciones placenteras, a imágenes hermosas, a sentirnos en equilibrio con lo que estamos viendo, que visa placet como diría Santo Tomás de Aquino.

 

“Dolorosa Belleza” reúne el trabajo que Sofía Echeverri ha realizado a lo largo de los últimos cinco años, y que representa un largo camino de investigación, búsqueda y sobre todo de encuentro de un lenguaje personal que marca las distintas etapas por las que ha pasado su quehacer artístico.

 

Si bien a primera vista no parecieran tener mucho que dialogar entre sí, las distintas obras seleccionadas, pertenecientes a exhaustivas series de trabajo de diferentes momentos y escenarios, comparten las profundas preocupaciones de la autora sobre el impacto y responsabilidad de nuestro paso por el mundo.

 

¿Y qué tiene que ver esto con la belleza?, ¿por qué mezclarla con el dolor?, bueno porque retomando nuevamente a Santo Tomás, la belleza es determinada por medio de la vista, pero él mismo nos amplía aún más el espectro y nos lleva a un nuevo terreno: el de la percepción.

 

Percibir la belleza puede implicar querer hallar el perfecto balance y equilibrio con lo que nos rodea y a buscar emociones y reflexiones positivas que nos reconcilien con nuestra propia existencia.

 

Y es justo aquí donde Echeverri nos enfrenta con nosotros mismos y nuestra búsqueda de la belleza. Dueña de una técnica impecable y una sofisticada estética, los paisajes y personajes que despliega ante nuestros ojos nos llevan ineludiblemente a lugares oscuros, a sentimientos encontrados en donde somos atraídos a través de lienzos y papeles llenos de hermosas imágenes, sólo para ser enfrentados al miedo, la desolación y la tristeza.

 

Los protagonistas de sus obras, ya sean estos niños, animales o paisajes naturales se nos presentan indefensos marcados con la cicatriz de los actos del hombre.

 

Y así, se aparecen frente a nuestros ojos las series “Niñas Híbridas” y “Juegos Prohibidos” , donde los niños cubren sus rostros con máscaras animales para evadir su realidad; simios minuciosamente dibujados se encuentran aislados en el inmaculado blanco del papel, son los “Saturninos” animales meditabundos, tristes, que si bien no sabemos con exactitud cual es su destino, su ensimismamiento nos hace temer lo peor;  “Trampland”, juego de palabras en inglés (tramp – vagabundo y land- tierra), en donde majestuosas cordilleras y paisajes idílicos presentan vestigios de la explotación comercial; “Requiem” animales dormidos o muertos, no estamos seguro, pero al menos parecen en paz y la serie tal vez mas personal, ”Amorfo Mal”  ideas,  prejuicios y temores que salen de la mente de la misma autora.

 

En estas obras habitan la soledad, el peligro, la injusticia y la incertidumbre, y los personajes son siempre vulnerables y maravillosos: son bellos, dolorosamente bellos.

— mónica ashida